15/7/2010
Soria


Esta señora, de vuelta de sus ejercicios de pilates, comprueba los muertos del día. Es una ciudad pequeña y no son muchos, hoy solo cuatro, al menos en esta parroquia. Ninguno es joven, por suerte, el papel que tiene justo delante de su cabeza anuncia el fallecimiento de una mujer de 100 años de edad, “habiendo recibido los Santos Sacramentos”.
Cada día, lo primero que miraba mi padre en el periódico eran las esquelas. No sé si lo habría hecho siempre o solo de mayor, cuando empezó a borrarse el rastro de aquellos que lo acompañaron en su vida, o quizás con la secreta esperanza de que no apareciera su propio nombre.

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