2/11/2016
Cádiz



El 1 de noviembre de 1755, un fuerte terremoto y el maremoto posterior destruyeron Lisboa y afectaron gravemente a otras zonas. Voltaire, en Cándido y en el Poema sobre el desastre de Lisboa, satirizaba las ideas del tout est bien, tan estimada por Leibniz y Pope, y de la supuesta bondad de Dios. Tras el terremoto de Haití de 2010, el telepredicador Pat Robertson afirmó que la tragedia fue un castigo divino porque la independencia del país en 1804 se debió a un pacto con el Diablo.

En una popular calle, un altar recuerda que mi ciudad no fue destruida por el maremoto gracias a la milagrosa intercesión de la Virgen, a la que implora esta mujer desde su balcón. La verdadera razón fueron las murallas, que frenaron en gran medida el embate de las olas.

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