13/3/2017
Carretera de Gibalbín, Arcos de la Frontera



No, que yo recuerde mi padre nunca tuvo un 600. Sé de un Renault 4/4 –del que casi no me queda memoria-, y después seats, un 1500, un 124, un 1430. A este pueblo veníamos mucho, él nació aquí. Siempre que nos acercábamos, mi padre nombraba los cortijos y haciendas que se veían en lontananza o simplemente que se averiguaban al final de caminos que nacían a un lado de la carretera. De muchos contaba historias: pequeños señoritos a caballo que él miraba desde abajo, un niño mirando a otro; familias poderosas que unos años después, muerto el patriarca, dilapidaban su fortuna y acababan como conductores de autobús, guardagujas o cirróticos. A una de estas fincas se dirige este desvío de la autovía, en un día de sol y nubes, y, junto a la carretera, este taller cerrado.

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