28/3/2015
Madrid



De niño, recuerdo haber tenido dos noches de insomnio. Una fue en Portugal, en Fátima, horas interminables aterrorizado con la parpadeante línea de luz bajo la puerta de la habitación. La otra fue en Madrid, en el Hotel Metropol, a mediados de los años 70. La ventana a la Red de San Luis dejaba entrar ruidos que me parecían ensordecedores: coches y algún grito extemporáneo. En los inicios de la adolescencia, no podía dejar de mirar, de reojo y con pudor, a las prostitutas que adornaban las esquinas de Montera. Cuarenta años después ahí siguen las mujeres, ahora acompañadas por terrazas para guiris y hombres-anuncio igual de impertérritos, todos mostrando su oferta tentadora.

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