22/2/2016
Cádiz



En el Globo terráqueo de Lenox, de principios del siglo XVI, en la parte correspondiente a las costas orientales de Asia, puede leerse hic sunt dracones. Frases parecidas, además de dibujos de figuras más o menos monstruosas, aparecen en muchos mapas llenando los vacíos correspondientes a tierras inexploradas, que se suponían llenas de prodigios y terrores. Mucho más cerca en el tiempo, el capitán Nemo y su Nautilus aún asustaban en plena era del positivismo cientificista, y, todavía más, Spielberg y su Tiburón, que aún veo al inicio del verano para sumergirme con cierto miedo en los primeros baños playeros, temiendo ver la aleta temible entre las olas o las terribles mandíbulas que, en la pantalla adolescente, engulleron al magnífico Quint, superviviente del Indianápolis.

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