20/7/2008
Rembrandthuis, Amsterdam
Un hombre, aún joven, un caballete y otras herramientas de
pintor, una figura anatómica, una calavera, un busto, una paleta como de Jean
Arp, un grabado y un viejo libro sobre una mesa. Todos los elementos así
dispuestos, una simple instantánea, una imagen llena de verosimilitud, como las
de Johannes Vermeer y Pieter de Hooch. Más tarde, soy yo, o el que mira, quien
interpreta la escena. Mi cámara es mi pincel. El de Delft utilizaba la cámara
oscura para definir las líneas básicas de la composición y la distribución de
la luz. La originalidad de su pintura radica en que, al reducir los elementos
representados a lo esencial, el estado psicológico de sus personajes se convierte
en el verdadero protagonista. La aparente cotidianidad siempre esconde algún
elemento simbólico.
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