8/12/2016
Londres



Tras dejar la Tate Modern con la sensación de plenitud y a la vez de cansancio intelectual que siempre suceden a las visitas de museos, cruzamos el Millennium Bridge hasta toparnos de nuevo con la mole de San Pablo y, por Saint Paul’s Churchyard, alcanzamos Ludgate Hill y Fleet Street, donde un anuncio luminoso nos recuerda al sangriento barbero. A los lados, callejones y pasadizos; nos internamos por uno como a través de un túnel del tiempo y admiramos una tienda mal iluminada de uniformes militares de las guerras del siglo pasado, y también de togas, que nos recuerdan que ya estamos en el Strand, junto a Royal Courts. Enseguida el King’s College, con su multitud de estudiantes y las imágenes de sus próceres, entre las que encuentro a este viejo amigo, que me mira y parece reconocerme.

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