29/10/2017
Cádiz
Hoy los fantasmas no asustan a nadie, y mucho menos a los niños.
Todos son como los Otis, aquella familia norteamericana que se mofaba
cruelmente del espectro de Canterville. Pienso en esto mientras introduzco mi
cámara entre los barrotes de una ventana entreabierta de una casona en
apariencia cerrada desde hace años, y veo estas puertas abiertas a la oscuridad y al silencio. Después,
en la fachada, leo una placa que nos recuerda que aquí mismo, en diciembre de
1812, se alojó Sir Arthur C. Wellesley, Duque de Wellington y de Ciudad
Rodrigo, de paso hacia Lisboa. En su antigua residencia londinense de Apsley House está El
aguador de Sevilla, donde el viejo astroso entrega a un niño, como las
llaves de un tesoro, una copa de cristal tallado con agua y un higo oscuro,
mientras alguien bebe casi oculto en la sombra.
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