10/9/2016
Cádiz




Al principio Surya, el dios del Sol, la luz infinita que viene con cada ser, se acercó a un rey en Nepal para conferirle una gracia: el nacimiento de un verdadero príncipe del mundo. La luz infinita le pidió a la reina Maya el privilegio de nacer a través de ella y después de contarle una bella historia ella accedió. Una noche de luna llena, durmiendo en el palacio, la reina tuvo un sueño lúcido. Sintió que se dejaba llevar por cuatro espíritus al Lago Anotatta en el Himalaya. Después de bañarla, la vistieron con ropas celestiales y la bañaron con perfumes y la adornaron con flores divinas. Poco después, un elefante blanco, sosteniendo una flor de loto, se presentó y dio la vuelta a sus tres tiempos, entrando en su vientre por su lado derecho. Fruto de esa virginal fecundación nació el Buda.

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