23/4/2016
Cádiz
La bella metáfora de Juan Ramón Jiménez sobre la infancia:
“la luz con el tiempo dentro”, la pura luz y el tiempo eterno, una misma
materia inmarcesible. Hace un rato, me ha parecido reconocerme en ese niño que
juega sobre la arena de una playa que también fue mi playa, bajo un enorme
cielo celeste y rosado. Quizás, incluso realmente soy ese niño, como aquel que
se encontró en un autobús el protagonista del cuento de Julio Cortázar “Una
flor amarilla”, en cuya vida se entremete hasta llegar a comprobar lo que
sospechaba: que realmente es él mismo, que “no solamente era yo otra vez, sino
que iba a ser como yo, como este pobre infeliz”, por eso lo asesina o,
al menos, colabora en su muerte.
Pronto entiende que así ya no habría nada para nadie, ni una sencilla flor, ni
esta luz cegadora, las barcas y las rocas.
Comentarios
Publicar un comentario